La expansión de los derivados financieros en las operaciones inmobiliarias (compra y ventas de viviendas) dentro de Estados Unidos contribuyó al estallido de la crisis económica mundial conocida como la Gran Recesión (2008-2009) y que estremeció los cimientos del sistema monetario-financiero global. Así, dentro de los factores causales que se analizaron para determinar el origen de la crisis inmobiliaria que estalló en Estados Unidos en septiembre de 2007 y que reveló la podredumbre gerencial que se escondía tras el otorgamiento de las hipotecas subprime (o basura, las cuales son aquellas que se conceden a gente o empresas que disponen de poco dinero para honrar sus obligaciones crediticias) se encuentra la propagación de los denominados derivados financieros.
¿Qué es un derivado financiero? Es un producto financiero que debe su existencia a otro del que ha recibido su valor dando paso a un nuevo instrumento financiero, pero que no tiene vida propia y su liquidación se asocia al paso del tiempo, es decir, al futuro. Existe todo un menú de derivados (instrumentos financieros) que integran una madeja de conceptos técnicos que no vale la pena tratar de asimilar, so pena de incurrir en desgastes mentales, salvo que usted vida dentro de ese mundo técnico-laboral. Pensemos en los términos de acciones, renta fija, renta variable, índices bursátiles, bonos de deuda privada, tipos de interés…
En diciembre del 2017 las autoridades financieras estadounidenses dieron luz verde para que dentro de las operaciones bursátiles se aprobaran productos o derivados relacionados con el bitcoin. En la actualidad -viviendo ya el último cuatrimestre del 2018- todo indica que con la incursión del bitcoin y otras monedas virtuales (o criptomonedas) dentro de las operaciones bursátiles y bancarias se estarían creando las condiciones para el advenimiento de una nueva crisis financiera global alimentada por los derivados financieros.
Se debate acerca de las monedas digitales o electrónicas al estilo bitcoin (la cual nació al mundo financiero el 3 de enero de 2009). Con ellas se pueden adquirir bienes y servicios al igual como se hace con el dólar (Estados Unidos), euro (Europa Unida), yuan (China) o cualquier otra divisa internacional. No se trata de un dinero físico, sino electrónico, el cual no se encuentra –hasta el momento- bajo el control de las instituciones bancarias, en especial de los bancos centrales.
Pero en tan sólo una década de existencia el bitcoin ha estado arrastrando a otras monedas electrónicas hacia el mundo de las finanzas internacionales, induciendo a grandes corporaciones bancarias y también a Estados (a través de sus bancos centrales) a incursionar en esas operaciones financieras bajo nuevas formas de derivados financieros donde los vaivenes en el precio del producto original (la moneda digital) se proyecta en la solidez o la debilidad de los derivados financieros. Y si el bitcoin ya está generando derivados financieros podríamos afirmar que lejano no estará el día en que se produzcan estallidos de burbujas financieras que desaten crisis dentro del sistema monetario-financiero global.