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UN MUNDO ENDEUDADO

Daniel Guerrero mayo 12, 2017

Treinta y cinco  años atrás todos los países del globo terráqueo acumulaban una deuda pública global en proporción al Producto Interno Bruto (PIB) relativamente manejable, pero que en la actualidad ya se ha colocado en muchos casos por encima del valor de la riqueza material creada a escala planetaria, acumulando un monto, medido en dinero, superior a los 200 billones de dólares. Ya se sabe que en términos de cantidad de dinero adeudado Estados Unidos es el campeón mundial, con una deuda pública que se acerca ya a los 20 billones de dólares, correspondiendo alrededor 1,1 billones  de dólares adeudado a China, en tanto que Japón avanza como el principal  acreedor al alcanzar al cierre del año 2016 acreencias frente a EE.UU. por un   monto de 1,2 billones de dólares.

Estados Unidos cuenta con una deuda pública cuyo valor que equivale  al 105,1 por ciento de su Producto Interno Bruto (PIB), pero en términos de cantidad de dinero total es, sin lugar a dudas,  el más endeudado del mundo,  seguido por Japón, cuya deuda representa el 245,5 por ciento de su riqueza material creada bajo la forma de bienes y servicios. Pero en términos de capacidad de ahorro interno se sabe que los ciudadanos norteamericanos no gozan de esa virtud, sino que suelen dar riendas sueltas a la compra  desenfrenada de bienes y servicios estimulados por un bombardeo publicitario que  induce a un culto al consumismo.

Se ha dicho que ese proceso de endeudamiento privado norteamericano “ha pasado de ser un lujo para unos pocos a una conveniencia para muchos y luego a una adición para la mayoría y ahora a una enfermedad para todos”. Japón mantiene el primer lugar con una deuda pública que alcanza ya los 9,5 billones de dólares, representando más del 240 por ciento del PIB. Pensemos también en Grecia (177 por ciento);  Italia (133 por ciento); Portugal  (con 131 por ciento). Las estadísticas publicadas por el gobierno norteamericano indican que durante los años que siguieron a la Gran Recesión (2008-2009) Estados Unidos impulsó una política de captación de recursos financieros externos, especialmente procedentes de China y Japón, aumentando de manera significativa sus niveles de endeudamiento público.

En unos veintidós países industrializados y veinticinco economías subdesarrolladas la deuda había crecido en 58 billones de dólares, pasando de los 142 billones de dólares  en el 2007, a más 200 billones de dólares al cierre del 2016. Ahora bien, debe tenerse en cuenta que una parte significativa de la deuda pública suele ser contratada para cubrir el hoyo financiero expresado en el déficit.   Eso significa que en la medida que aumenta el  déficit también suele producirse un incremento en los niveles de la deuda pública. Es decir, déficit y deuda son dos caras de una misma moneda: la ejecución presupuestal anual. Más que el valor absoluto de la deuda lo que interesa es conocer las posibilidades productivas y comerciales de un Estado para hacer frente al pago de sus acreencias. Y, claro, mientras más bajo es la relación Deuda Pública/PBI mejor será la capacidad productiva del país para afrontar el pago de sus obligaciones financieras.

¿Creciendo con endeudamiento público?

Ahora bien, ¿es factible alcanzar  un crecimiento sostenible e inclusivo (que implica un impacto positivo en el desarrollo social) con altos niveles de endeudamiento público? ¿Sería más práctico acudir a un reforzamiento institucional de los canales impositivos internos para reducir a su mínima expresión la evasión fiscal y hacer pagar a las empresas y ciudadanos que se niegan a honrar sus obligaciones ante los impuestos internos? ¿O también hacer recortes en el gasto público sin afectar las partidas de inversiones públicas y ellos gastos sociales? El Fondo Monetario Internacional  (FMI), en su publicación Monitor Fiscal del 19 de abril de 2017,  reconoce que si un Estado necesita recursos adicionales para su gestión presupuestal debería captarlos “de la manera que resulte menos perjudicial para el crecimiento, sin poner en juego la sostenibilidad de la deuda”, precisando que “una opción consiste en financiar las políticas mediante endeudamiento adicional”, pero advirtiendo que “deuda debe usarse con prudencia”.

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